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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Zora, Ciudad invisible de Calvino

"Zora" , Kastill, 2012 LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 4 Más allá de seis ríos y tres cadenas de montañas surge Zora, ciudad que quien  la ha visto una vez no puede olvidarla más. Pero no porque deje, como otras  ciudades memorables, una imagen fuera de lo común en los recuerdos. Zora tiene la  propiedad de permanecer en la memoria punto por punto, en la sucesión de sus  calles, y de las casas a lo largo de las calles, y de las puertas y de las ventanas en las  casas, aunque sin mostrar en ellas hermosuras o rarezas particulares. Su secreto es la  forma en que la vista se desliza por figuras que se suceden como en una partitura  musical donde no se puede cambiar o desplazar ninguna nota. El hombre que sabe  de memoria cómo es Zora, en la noche, cuando no puede dormir imagina que camina  por sus calles y recuerda el orden en que se suceden el reloj de cobre, el toldo a rayas  del peluquero, la fuente de los nueve surtidores, la torre de vidrio del astrónomo, el  puesto

Borges infinito...

"5:30 p.m" , Kastill, 2012 … En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658. Jorge Luis Borges Del rigor en la ciencia

Amorosa anticipación

Dibujo de Gustav Klimt Amorosa anticipación N i la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios serán favor tan misterioso como el mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis brazos. Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige, me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes, Arrojado a quietud divisaré esa playa última de tu ser y te veré por vez primera, quizá, como Dios ha de verte, desbaratada la ficción del Tiempo sin el Amor, sin mi. Jorge Luis Borges