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Mostrando entradas de 2014

¿Se puede escuchar música en el cielo?

Femme enfilant son bas  (1894) Henri de Toulouse-Lautrec ¿Se puede escuchar música en el cielo? Carlos Castillo Quintero 1 E l barco estaba sobre el separador de la autopista, con el casco oxidado y la hélice carcomida por la herrumbre, ahí, al final de la tarde, encallado bajo el puente de la estación Toberín, sin que nadie reparara en él, excepto Anamilé. No era muy grande, claro, pero ella pensó que una persona —una pareja, inclusive— podría vivir allí, en esa estructura de hierro y madera que conservaba todavía algo de la pintura amarilla de otros tiempos. WAR IS OVER , se podía leer en uno de sus costados. Anamilé llevaba ya cerca de quince minutos recargada contra la baranda del puente de la estación, tomándole fotos con la cámara de su celular. ¿De dónde habría salido? ¿Por qué nadie lo retiraba de allí? Miró la hora: 6:20, pensó que debería irse, porque ya se le estaba haciendo tarde. Desde que al director se le había dado por filmar en la noche, ella estaba c

CANTO DEL DESTERRADO

Guillaume Geefs, "Lucifer", Catedral de San Pablo en Lieja, Bélgica, 1848 CANTO DEL DESTERRADO A Giovanni Quessep El crepúsculo herido sobre el asfalto. La noche sometida a la desolación de las horas. La cabeza del guillotinado sonriente en una estaca. Y mis pasos perdidos en el dédalo de la melancolía. Espérame desnuda Entre los alacranes , escribió el asesino de Merlín: única huella en el camino hacia el huerto. Ensalmo, conjuro que me conduce a tu nombre Espérame desnuda Entre los alacranes , para que el ángel retire su espada y esta vez,  el amor y la vida sean para siempre.  * * * De: "Sin el azul del día" - Premio CEAB, 2007 Derechos reservados © Carlos Castillo Quintero

RÉQUIEM

Iglesia Miraflores - DigitalArt RÉQUIEM In my begining is my end. T.S. Eliot a mi Madre I. Ella nació en diciembre, como tú. Tenía los labios finos,  el cabello arisco irisadas las uñas, tristes, y unos ojos que se atrevían  a contender con la noche. No conoció el mar, pero soñó con arrecifes  con una ciudad submarina de donde le llegaban cartas y fuegos artificiales. No supo de ti, pero te hubiera amado.  Yo nací de su ombligo sin usura, como los geranios  o las begonias de sus manos  o la tormenta de su cabellera  o su anticipado cansancio.  II. Quizá tuvo miedo (se lo diría  a su almohada) de sí misma, y de los otros y de un aséptico juego de cubiertos que desde un armario la recrimina, todavía.  Quizá en alguna tarde de calor  intentó el ocio (que el mundo  caminara solo) mientras atendía  al pícaro dragón que bajo la piel le molestaba. Quizá se procuró salidas  y puestas de sol (tenía algo de bestial y de miel en sus pezones) porqu

Todos amábamos a Monina Klevens

Todos amábamos a Monina Klevens Y hay un espejo que te aguarda en vano.   Jorge Luis Borges , Límites I D esde que cerraron la fábrica de vestidos para muñeca de Míster Klevens, él se la pasa en los parasoles del Marie Rogêt   jugando póker. Nosotros vamos a verlo porque es gringo, porque nos brinda de su paquete de Virginia Slim Rosé   y porque a veces nos regala monedas de veinticinco centavos de dólar. Eso decimos, pero en realidad vamos para ver a Monina.             Monina Klevens es más grande que nosotros, está en sexto, y mata las tardes de calor nadando en la piscina del Club Social. A las siete de la noche baja, con el cabello todavía húmedo, y antes de que llegue a recoger a su papá nosotros la sentimos: Pequeño Alf se pone a silbar un tema de los Beatles , Germán comienza a sudar, yo enciendo el cigarro que me ha ofrecido Míster Klevens y antes de que ella bese la mejilla rosada de su papá ya estamos adentro, jugando billar.             Germán, el mayor de l

Un poema de Eduardo Gómez Patarroyo

SINFONÍA INCONCLUSA L legará un día en que lo no hecho no se hará más y en que lo no dicho no se dirá jamás y la última esperanza se esfumará como música para siempre. Tal vez esa mañana hayamos cantado en la ducha o recibido una carta de amor y sin embargo, y sin saberlo, todo será por última vez. En algún taller habrán confeccionado la blanca sábana y blancas rosas estarán a punto y aquellos a quienes hemos amado empezarán a olvidar sin saberlo.                                                           * * * Eduardo Gómez Patarroyo Nació el 24 de octubre de 1932 en Miraflores (Boyacá - Colombia). Estudió en Alemania literatura y dramaturgia durante 6 años. Fue director de publicaciones en Colcultura, representó a Colombia en un encuentro teatro Latinoamericano en Nueva York, y colaboró como crítico de teatro en el periódico El tiempo. Desde hace más de treinta años es profesor de literatura europea en la Universidad de l