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Mostrando entradas de febrero, 2014

CANTO DEL DESTERRADO

Guillaume Geefs, "Lucifer", Catedral de San Pablo en Lieja, Bélgica, 1848 CANTO DEL DESTERRADO A Giovanni Quessep El crepúsculo herido sobre el asfalto. La noche sometida a la desolación de las horas. La cabeza del guillotinado sonriente en una estaca. Y mis pasos perdidos en el dédalo de la melancolía. Espérame desnuda Entre los alacranes , escribió el asesino de Merlín: única huella en el camino hacia el huerto. Ensalmo, conjuro que me conduce a tu nombre Espérame desnuda Entre los alacranes , para que el ángel retire su espada y esta vez,  el amor y la vida sean para siempre.  * * * De: "Sin el azul del día" - Premio CEAB, 2007 Derechos reservados © Carlos Castillo Quintero

RÉQUIEM

Iglesia Miraflores - DigitalArt RÉQUIEM In my begining is my end. T.S. Eliot a mi Madre I. Ella nació en diciembre, como tú. Tenía los labios finos,  el cabello arisco irisadas las uñas, tristes, y unos ojos que se atrevían  a contender con la noche. No conoció el mar, pero soñó con arrecifes  con una ciudad submarina de donde le llegaban cartas y fuegos artificiales. No supo de ti, pero te hubiera amado.  Yo nací de su ombligo sin usura, como los geranios  o las begonias de sus manos  o la tormenta de su cabellera  o su anticipado cansancio.  II. Quizá tuvo miedo (se lo diría  a su almohada) de sí misma, y de los otros y de un aséptico juego de cubiertos que desde un armario la recrimina, todavía.  Quizá en alguna tarde de calor  intentó el ocio (que el mundo  caminara solo) mientras atendía  al pícaro dragón que bajo la piel le molestaba. Quizá se procuró salidas  y puestas de sol (tenía algo de bestial y de miel en sus pezones) porqu

Todos amábamos a Monina Klevens

Todos amábamos a Monina Klevens Y hay un espejo que te aguarda en vano.   Jorge Luis Borges , Límites I D esde que cerraron la fábrica de vestidos para muñeca de Míster Klevens, él se la pasa en los parasoles del Marie Rogêt   jugando póker. Nosotros vamos a verlo porque es gringo, porque nos brinda de su paquete de Virginia Slim Rosé   y porque a veces nos regala monedas de veinticinco centavos de dólar. Eso decimos, pero en realidad vamos para ver a Monina.             Monina Klevens es más grande que nosotros, está en sexto, y mata las tardes de calor nadando en la piscina del Club Social. A las siete de la noche baja, con el cabello todavía húmedo, y antes de que llegue a recoger a su papá nosotros la sentimos: Pequeño Alf se pone a silbar un tema de los Beatles , Germán comienza a sudar, yo enciendo el cigarro que me ha ofrecido Míster Klevens y antes de que ella bese la mejilla rosada de su papá ya estamos adentro, jugando billar.             Germán, el mayor de l