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Mostrando entradas de 2016

Poemas de Leonard Cohen

 Photograph: Joel Saget/AFP/Getty Images. Fuente; The Guardian De "Flores para Hitler",  1964     (Versiones de Antonio Resines) * * *   15.  Has gemido alguna vez debajo de mí,                Virgen de la Amnesia.         He olvidado si te rendiste                               y déjame ser tu flamante juguete nuevo.                      Soy el primero en usar tus grilletes como si fueran                         pulseras,     espía y traidor número uno en los campos del cuarto de la pensión. * * * 32. Hago esta canción para ti, Señor del Mundo, que lo tienes todo, menos esta canción. * * * 71. Encerraron a un hombre que quería dirigir el mundo. Los muy idiotas encerraron al que no era. * * * 111. Cada hombre tiene una manera de traicionar a la revolución. Ésta es la mía. * * * Narcissus No conoces a nadie Conoces algunas calles colinas, verjas, restaurantes Las camareras han cambiado No me conoces Yo estoy feliz con el otoño

Dalila Dreaming - Una reseña

DALILA DREAMING Por: Fernando Linero Montes S egún el Diccionario de literatura española de la Revista de Occidente el cuento, considerado como género, "es una de las manifestaciones en que más difícil resulta lograr la virtud de la perfección, ya que su técnica exige del autor una capacidad de síntesis combinada con una serie de calidades estéticas que dejan en el ánimo del lector la impresión de que el relato cumple una verdadera misión artística". Sin sentir que estoy exagerando, es precisamente eso lo que encuentro en la obra de Carlos Castillo Quintero y es lo que me lleva a expresarme acerca de lo deliberadamente literaria que resulta su factura. Con una capacidad de introducirnos en esas pequeñas minucias que finalmente pertenecen a la composición simple y compleja de la naturaleza del hombre; con un ojo afilado que disecciona cada detalle (capacidad propia de los grandes narradores), Carlos Castillo nos muestra al ser atrapado en el espejo de la real

Prólogo de Dalila Dreaming - Pablo Montoya

Pablo Montoya Campuzano - © Random House Prólogo C onocí a Carlos Castillo Quintero en 1986. No recuerdo bien si fue durante el día, en un pasillo de la UPTC donde él hacía estudios de Economía; o en alguna taberna, en la fría noche tunjana. Éramos entonces muy jóvenes y nos empujaba un mismo interés: la literatura. De entrada, Carlos me suscitó una sensación paradójica: era talentoso y altivo. Recuerdo que siempre se presentaba, teniendo diecinueve o veinte años, como escritor, y yo sonreía un poco incómodo ante su prematuro arrojo. Después lo supe con claridad: la supuesta jactancia no era más que una de las formas de su convicción literaria que, hasta el día de hoy, ha permanecido inalterable. Poco después decidimos, en medio de una precariedad proverbial, fundar una revista que llamamos “Rapsoda”. Allí, en sus cuatro números, publicamos nuestros primeros cuentos, ensayos y poemas. Por ello, solemos decir, él y yo, que nuestra carrera literaria inició en Tunja y con