Revista Manirigua
Ya está en circulación la edición 4 de
Esta publicación trata temas literarios, científicos, sociológicos y de actualidad, lo que la ha ido consolidando como una revista de colección por cuanto lo allí tratado no pierde vigencia.
En sus páginas se refleja la presencia pensante de una vasta región del país como es la amazorinoquia, vista como un territorio habitado por personas interesadas en construir relaciones humanas, cultura, conocimiento y progreso social.
La conservación del planeta, el rescate de los conocimientos y la concepción que sobre el mundo y la vida tenían las comunidades aborígenes de América; el arte y la literatura, así como el acercamiento a temas científicos de actualidad, son la columna vertebral en la concepción de MANIRIGUA.
Finalmente, la historia de los movimientos sociales de emancipación y lucha política por mejores condiciones de vida en Latinoamérica es un tema sobre el que se ha interesado la literatura y en especial la novela. Sérvulo Velázquez, docente universitario y dirigente gremial presenta una semblanza del legendario guerrillero liberal colombiano Franco Isaza, fallecido recientemente y de quien la juventud actual no debe tener mayor información. Por su parte el escritor Carlos Castillo Quintero nos amplía esta temática con un acercamiento a Agua Quemada, libro de relatos de Carlos Fuentes, en donde se hace una radiografía de la Revolución Mexicana y del México contemporáneo.
Aquí algunos apartes de este artículo:
Agua Quemada
o las Guerras de Pancho Villa
Contra el agua, días de fuego.
Contra el fuego, días de agua.
Octavio Paz, Calendario.
Por: Carlos Castillo Quintero
A partir de 1915 Mariano Azuela, médico militar de las fuerzas revolucionarias de Julián Medina, comenzó a publicar por entregas su novela Los de abajo, reunida como libro hacia 1917. Se inicia entonces lo que se ha llamado la novela de la revolución con gran auge a partir de 1931 con Vámonos con Pancho Villa la primera novela de Rafael Muñoz y La asonada de José Mancisidor, pasando por obras fundamentales como Memorias de Pancho Villa (1940) de Martín Luis Guzmán y Se llevaron el cañón para Bachimba (1941) de Rafael Muñoz; hasta llegar a novelas contemporáneas como Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo y La muerte de Artemio Cruz (1962) de Carlos Fuentes, entre muchas otras. En estas novelas los escritores mexicanos dan razón de lo que pasó en su país durante las tres décadas de la dictadura de Porfirio Díaz; del desarrollo del movimiento revolucionario iniciado en su contra en 1910 con figuras míticas como Francisco Madero, Pancho Villa o Emiliano Zapata y, finalmente, sobre lo sucedido después de 1917 con la promulgación de la Constitución Revolucionaria que aún hoy tiene vigencia.
Sesenta años después de la revolución, en 1981, Carlos Fuentes publica Agua quemada, Cuarteto narrativo libro en el que enfrenta al pasado con el presente de la sociedad mexicana, en un juego de espejos fraccionados que ya antes había manejado con maestría. El cuarteto lo integran los relatos “El día de las madres”, “Estos fueron los palacios”, “Las mañanitas” y “El hijo de Andrés Aparicio” que responden a una estructura de filigrana en donde la línea vital de los personajes en ocasiones se entrecruza y en otras mantiene una paralela que configura el espacio de las acciones, constituyendo un corpus narrativo que algunos han clasificado como novela. Así, el general Vicente Vergara del primer relato, paga la renta de Manuelita su antigua sirviente y personaje del segundo; Federico Silva, el aristócrata del tercer relato, es el casero de Manuelita; y en el último relato el abuelo de los Aparicio, don Bernabé, se devela como el antiguo ayudante de campo del general Vergara.
Por su riqueza literaria y su vínculo directo con la novela de la revolución, vamos a ocuparnos de “El día de las madres”, el primer relato del libro. Allí se reúnen tres generaciones y con ellas a gran parte de la sociedad mexicana del siglo XX representada por el general Vicente Vergara, veterano de las guerras revolucionarias; por su hijo el licenciado Agustín Vergara, aristócrata de una clase social emergente; y por Plutarco Vergara, el nieto, niño rico asiduo de casas de putas, quien es el narrador y relata desde un presente que dista algo más de una década del presente de la narración, pues cuando se dan los hechos tiene 19 años y cuando los narra ya ha cumplido 30.
La incomunicación es una constante en los personajes. El viejo general no habla con su hijo Agustín, y éste apenas habla con Plutarco. El general vive en el pasado, en la revolución; el licenciado es un figurín de la escena social de la capital… “un guevón que se encontró con la mesa puesta” (p.21), y el nieto está inmerso en una crisis de personalidad que habrá de llevarlo hacia su “liberación”.
Estos tres varones literarios, representantes del México moderno, jalan el relato con la ausencia total de sus mujeres: la abuela Clotilde “que sí sabía llevar una casa” (p. 40) y Evangelina, la madre de Plutarco, “una huila” que deshonró al hijo del general. La ausencia, “la mutilación”, se convierte en otra constante del relato y de todo el libro y a ella alude su título: “El día de las madres”, ya que éstas son apenas una tumba en el Panteón Francés a la que los Vergara llevan flores los 10 de mayo.
Para leer el artículo completo y la edición íntegra de MANIRIGUA No. 4, siga el siguiente enlace:
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